Novela corta de ficción

martes, 28 de septiembre de 2010

Un día decidí cambiar de ciudad, cuando llegue a mi nueva casa, muy lejos de la anterior, me afilie a una entidad que a su vez pertenecería a una más grande que aglutinaba las pequeñinas. Una de las pequeñinas, la mía, acordó no comer jamón porque decían que no tenían que fomentar la matanza de cerdos. El fundamentalismo era claro, todos los fundamentalismos son planos en sus planteamientos, si la gente no comía jamón se acabaría la matanza del cerdo por San Martin, se acabaría la mala vida que algunos daban a los animales encerrados desde su nacimiento en pocilgas sin espacio para moverse al ser engordados por una familia que luego tendría comida para todo el invierno. Aunque esta forma de tener un animal en casa era minoritaria existían los mayoristas de engorde, que también existen a cientos en el pueblo, criaban miles, de cerdos que mandaban al matadero en minúsculos espacios en los camiones que diariamente salían hacia los mataderos donde eran sacrificados no sin ciertas dosis de sufrimiento.

En los pequeñines todos estuvieron de acuerdo, bueno todos no, por lo que el acuerdo llego al rango de acto de fe, aquí nadie come jamón se conjuraron. En la mente de alguno de los presentes se encendió una lucecilla, o no, que será lo más seguro, ya que tenía un problema a partir de ese momento. Ostia, se pregunto interiormente, si mi grupo acuerda que no puedo comer jamón pero en cambio cuando estoy con mis amíguetes más grandes, los que aglutinan los pequeñines, ellos si lo hacen yo que hare. Gran pregunta a la que de momento no tengo respuesta, esta noche lo meditare con la almohada, pensó.

Al final la reflexione de la novela es meridianamente transparente, las cosas funcionan como funcionan porque los que aglutinan a los pequeñines hacen lo que quieren, se da el contrasentido que los que aglutinan sin los pequeñines no tienen fuerza, no solo no la tienen es que no son nada sin ellos, pero en cambio los que sí la tienen, los peques, no tienen fuerza para cambiar nada en los aglutinadores porque todos van por libres.

Así nos va.

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